En astrología, las doce casas se dividen en tres categorías según su relación con los ángulos principales de una carta astrológica: el Ascendente, el Mediocielo, el Descendente y el Imum Coeli. Esta clasificación subdivide a las casas en casas angulares, sucedentes y cadentes, una distinción que proviene de la astrología helenística y que fue adoptada por la tradición medieval y árabe.
Estas categorías son importantes en el sentido que la posición de un planeta en cualquiera de estos tres grupos modifica la fuerza con la que se expresa. No es lo mismo un planeta en una casa angular (visible y activo) que en una cadente (donde su influencia se percibe de manera más indirecta o procesual). Entender esta división es esencial para comprender la dinámica de cualquier carta natal, compuesta, revolución planetaria o cualquier tipo de carta astrológica: muestra dónde hay impulso de acción, dónde se consolidan procesos y dónde algo entra en transición.

Las Casas Angulares (I, IV, VII, X): Potencia
Las casas angulares reciben su nombre de los ángulos de una carta astrológica, ya que siempre después de un ángulo comienza una casa angular. Por ejemplo, el Ascendente es el inicio (o cúspide) de la casa I, el Imum Coeli de la IV, el Descendente de la VII y el Mediocielo de la X. El término proviene del griego kentra y del latín anguli, que significa “esquinas” o “puntos cardinales”. Así, las casas angulares son los pilares de cualquier carta, los lugares donde la energía se manifiesta de forma más directa.
Los planetas ubicados en estas casas se consideran fuertes porque tienen visibilidad y capacidad de acción inmediata. Se asocian a inicios y decisiones: lo que arranca desde aquí impulsa el resto del desarrollo de la carta.
Desde la astrología helenística se subrayó esta potencia. Ptolomeo, en el célebre Tetrabiblos afirmaba: “Las casas angulares son las más potentes, porque están en los ángulos del horizonte y del meridiano, y los planetas allí ubicados ejercen su influencia de manera más clara.” Vettius Valens, en su Antología sostenía: “Los lugares angulares son vigorosos y eficaces. Allí los planetas actúan con fuerza, pues se hallan en posiciones que hacen manifiesto lo invisible.” Más tarde, en la tradición árabe, Abū Ma‘shar escribió en el Kitāb al-Mudkhal al-Kabīr: “Los planetas en ángulos son como reyes en su trono: lo que indiquen se muestra con evidencia y gobierna el curso de la vida.”
En términos prácticos, las casas angulares hablan de los ejes esenciales de la existencia:
• La casa I muestra la vitalidad y la forma en que nos proyectamos.
• La casa IV conecta con los orígenes y el hogar.
• La casa VII abre a las relaciones y los pactos.
• La casa X indica el lugar que ocupamos en la sociedad y la trayectoria pública.
Son los puntos de acción y de definición: donde la vida se mueve con mayor intensidad en cualquier carta astrológica.

Las Casas Sucedentes (II, V, VIII, XI): Consolidación
El nombre de las casas sucedentes proviene del latín succedere, que significa “seguir después de”. Se las llama así porque siguen a las casas angulares: cada vez que un planeta se levanta en el Ascendente o culmina en el Mediocielo, la casa siguiente es una sucedente. Representan lo que viene a continuación de la acción inicial, el proceso de consolidar, acumular y dar continuidad.
En la tradición helenística ya se reconocía su importancia. Doroteo de Sidón señalaba que los planetas en estas casas tienen una fuerza intermedia: no son tan visibles como en los ángulos, pero tampoco tan débiles como en las cadentes. Vettius Valens también los describe como lugares de estabilidad, con capacidad de “nutrir” lo que fue iniciado en los ángulos.
En la tradición árabe y medieval, autores como Al-Biruni remarcan que las casas sucedentes funcionan como apoyo: son lugares de recursos, donde se desarrolla lo que ya comenzó. No actúan con la inmediatez de las angulares, pero ofrecen la solidez necesaria para que algo perdure en el tiempo.
En términos prácticos, cada casa sucedente muestra un área donde se busca estabilidad y sustento:
• La casa II habla de los recursos y la seguridad material.
• La casa V refleja la creatividad, los placeres y la descendencia.
• La casa VIII remite a bienes compartidos, herencias y transformaciones.
• La casa XI se relaciona con los apoyos colectivos, los amigos y las proyecciones de futuro.
Las casas sucedentes son entonces la base sobre la que descansa lo iniciado en los ángulos: dan cuerpo, sostén y continuidad a los procesos de cualquier tipo de carta astrológica.

Las Casas Cadentes (III, VI, IX, XII): Disolución
El nombre de las casas cadentes proviene del latín cadere, que significa “caer”. Se las denomina así porque caen desde los ángulos hacia un lugar menos visible del cielo. En griego se las llamaba apoklima, literalmente “lo que declina” o “lo que se aleja”.
Tradicionalmente se las ha considerado las casas de menor fuerza. Los planetas ubicados aquí pierden parte de la visibilidad y la potencia que tendrían en ángulos o sucedentes. No obstante, su valor no desaparece: son casas asociadas a la transición, a los procesos internos, al aprendizaje y a lo que requiere elaboración antes de dar frutos visibles.
En la tradición helenística, Firmicus Maternus (siglo IV) señalaba que las casas cadentes son relativamente débiles porque los planetas allí “se desvían de su curso principal”. Vettius Valens, por su parte, también las clasificaba como lugares donde la acción se vuelve más difusa o inconstante.
Sin embargo, no toda la tradición fue negativa. La casa III recibió el nombre de “la casa de la Diosa” (thea), relacionada con la religión popular, los rituales cotidianos y las divinidades protectoras de la vida diaria. La casa IX fue reconocida como “la casa de Dios” (theos), asociada a visiones, viajes y revelaciones. Esto muestra que, aunque cadentes, estas casas también son un puente hacia lo espiritual y lo simbólico.
En la tradición árabe se continuó esta visión: se remarcó que son casas de prueba, de cambio y de preparación. Al-Biruni, en su Libro de la instrucción, las describe como las más débiles, pero necesarias en el esquema porque representan lo que declina y da paso a lo siguiente.
En términos prácticos:
• La casa III conecta con el aprendizaje, los vínculos cercanos y la movilidad.
• La casa VI con el trabajo diario, la salud y las obligaciones.
• La casa IX con la fe, el extranjero y la búsqueda de sentido.
• La casa XII con lo oculto, los encierros y los finales de ciclo.
Las casas cadentes entonces muestran lo que se está transformando o disolviendo: no son espacios de acción inmediata, sino de preparación y transición.

Anexo: Nombres Helenísticos de las Casas
Casa |
Nombre Helenístico |
Significado / Asociación |
|
I |
La Vida (zōē) |
Vitalidad, cuerpo, comienzo de la existencia |
| II |
La Puerta de Hades (pulē Aidou) |
Recursos, lo que sostiene la vida material |
| III |
La Diosa (thea) |
Religión popular, rituales cotidianos, vínculos cercanos |
| IV |
La Fundación / Subterránea (hypogeion) |
Orígenes, hogar, ancestros |
| V |
La Fortuna Buena (agathē tuchē) |
Placeres, hijos, creatividad |
| VI |
La Mala Fortuna (kakē tuchē) |
Enfermedad, servidumbre, esfuerzo |
| VII |
La Puesta del Sol (dysis) |
Matrimonio, pactos, enemigos declarados |
| VIII |
La Inactividad / Letargo (aergia) |
Muerte, herencias, recursos compartidos |
| IX |
El Dios (theos) |
Fe, visión, viajes largos, revelaciones |
| X |
El Medio del Cielo (mesouranēma) |
Acción pública, reputación, logros |
| XI |
La Buena Daimon (agathos daimōn) |
Amistades, apoyos, esperanzas |
| XII |
La Mala Daimon (kakos daimōn) |
Aislamiento, pruebas, enemigos ocultos |





















































